En el verano del año pasado (2008) llegó a nuestro colegio una madre averiguando por la pedagogía Waldorf y preguntando por la posibilidad de poder postular a su hijo con síndrome de Down, que en ese momento tenía 10 años recién cumplidos (a quien llamaré Pedro en este relato). Yo le explique que nuestro colegio no era un colegio de integración escolar y que no teníamos la infraestructura ni las personas capacitadas para integrarlo, que a mí en lo personal me encantaría, pero que no había ninguna posibilidad. Sin embargo esta madre deseosa de que su hijo entrara al colegio siguió insistiendo porque su médico antroposófico y varias personas le habían dicho que su hijo no podía estar en un colegio especial, que su hijo necesitaba estar con niños neurotípicos para que él avanzara mucho más teniendo una vara de aprendizaje siempre más alta. Hablé con mis colegas y con el grupo terapéutico del colegio para mirar la posibilidad de recibir a este niño, ya que su familia estaba completamente comprometida con él, con su proceso de aprendizaje y con el colegio. Todo el universo se confabuló para que el año pasado pudiera entrar este niño al 4° básico, el curso del cual soy tutora desde hace 5 años; los apoderados del curso también estaban muy felices de que entrara. Yo estaba muy nerviosa, con muchas ganas de poder trabajar con él, pero sin saber cómo iba a resultar el trabajo. Lo primero que hizo que el trabajo fuera posible fue el apoyo de mi “hada madrina” pues así la llamo yo, quien es profesora del grupo terapéutico de nuestro colegio y apoya académicamente y anímicamente a los niños que lo necesitan. Ella es educadora diferencial y junto con ella reunimos el valor para llevar adelante este hermoso desafío que la vida nos presentaba. Entre mi “hada madrina” y yo armamos una jornada de trabajo de tal manera que entre las dos pudiéramos acompañar a Pedro. Como en el colegio no había ningún niño con síndrome de Down, fui a cada curso para contarles sobre Pedro y lo que era el síndrome de Down, obviamente en mi curso también tuvimos una larga conversación al respecto, y entre la información que manejaban los niños hubo una descripción que me gustó muchísimo, una niña dijo que las personas con síndrome de Down eran personas que aunque fueran adultas siempre iban a seguir siendo niños. Comenzamos con una jornada muy corta, desde las 8.30 hasta las 10.20 de la mañana, Pedro llegó muy desobediente, no tenía limites, salía corriendo de la sala, hacía lo que él quería, empujaba y le pegaba a los niños del curso, se hacia el que no entendía. Los niños del curso estaban expectantes, no sabían muy bien como relacionarse con él, pero lo trataban con mucho respeto. Cuando uno le pedía algo a Pedro él simplemente decía que no, que no era capaz, que no podía, que no quería o salía corriendo. Así que el primer objetivo era lograr que aprendiera a obedecer, porque si él seguía haciendo lo que quería no había ninguna forma de poder guiarlo en su proceso de aprendizaje, en todo el sentido de la palabra. La herramienta que decidimos usar fue, dibujarle una carita triste en la parte de atrás de su cuaderno cada vez que él no obedecía. Yo le pedía algo y le decía que iba a contar hasta 10 para que lo hiciera y si no lo hacía le iba a poner una carita triste. Al principio fueron muchas las caritas tristes que le tuve que poner, pero cada vez fueron disminuyendo. Me parece muy importante resaltar que nunca salí corriendo a perseguir a Pedro para que volviera, ni lo tomé por la fuerza para que hiciera algo, tampoco le quité nada a la fuerza ( siempre me ha parecido que esto no es adecuado con ningún niño, porque uno como adulto tiene más fuerza y el niño se siente muy intimidado y violentado frente a eso) yo simplemente esperaba a que volviera y le decía que él para salir de la sala tenía que pedir permiso, yo lo podía dejar salir a tomar aire, pero que tenía que pedir permiso, que ningún niño podía salir de la sala sin permiso, y que si él salía sin pedir permiso yo le tenía que poner una carita triste porque eso no estaba bien. Es largo de contar el proceso, pero así empezó y día a día junto con mi “hada madrina” la consigna frente a Pedro era que aprendiera a obedecer y cada que desobedecía le poníamos una carita triste. Pedro había venido de un proceso difícil en su colegio anterior y por tal motivo lo habían echado de este, así que él estaba pasando por una situación difícil, estaba nervioso, con el autoestima bajo y sin saber muy bien como comportarse, su forma de defenderse era enojándose, diciendo “YO NO PUEDO, YO NO SÉ”, sin embargo también estaba lleno de amor dando grandes abrazos, diciendo poemas de amor para mi, queriendo ser el centro, que lo miraran y lo valoraran todo el tiempo, entregando ese amor infinito que nos traen los niños con síndrome de Down. Pedro fue aprendiendo poco a poco a obedecer, a pedir permiso para salir de la sala, a hablarle a sus compañeros cuando necesitaba algo, a pedir disculpas cuando sin querer o queriendo golpeaba a sus compañeros y a respirar profundo cuando estaba muy enojado para calmarse un poco; también ha ido aprendiendo a tolerar sus propios errores y los de los demás y a darse cuenta que él SI PUEDE. La jornada de Clases la fuimos alargando de a poco y le fuimos agregando materias nuevas en la medida que veíamos que él podía un poco más, obviamente al principio él se cansaba mucho porque la exigencia de concentración y esfuerzo iba aumentando, así que todo fue graduándose de acuerdo a sus capacidades. En la clase principal lo más importante era que Pedro pudiera obedecer a su profesora y relacionarse bien con sus compañeros, es decir lo social, a él le gusta mucho trabajar en su cuaderno y lo hace de acuerdo a sus posibilidades, pero el objetivo en la clase principal no ha sido lo intelectual, aunque ha aprendido muchas cosas intelectuales también. Mientras el curso está en clases de idioma (ingles o alemán) Pedro esta con su “hada madrina” cuatro veces a la semana, con ella trabajan matemáticas, lecto escritura y ejercicios propios del acompañamiento pedagógico terapéutico que va necesitando. Además Pedro hace trabajos manuales (telar), educación física, talla en madera, pintura y coro junto a sus compañeros de curso, todo esto de acuerdo a sus posibilidades y siempre con el objetivo de que adquiera más autonomía en su trabajo y pueda ir participando cada vez más. Este año también comenzó a tener clases de música (flauta) dos veces por semana dentro de la jornada escolar, ya que parte del currículo de nuestro colegio es el aprendizaje de un instrumento, su profesor de flauta ha sido también muy importante en el proceso de aprendizaje de Pedro ya que a la vez que Pedro ha aprendido a tocar la flauta a tenido un acompañamiento terapéutico musical. Además una vez a la semana trabaja en la huerta del colegio junto con una profesora del grupo terapéutico, este trabajajo también ha siso de gran ayuda para él. La familia de Pedro ha estado presente en todo momento acompañando y en completa sintonía con el camino que como colegio hemos ido encontrando y es gracias a este gran equipo de trabajo que se ha ido formando con el tiempo que Pedro ha dado tantos avances en tan poco tiempo.. Hoy día puedo decir que para un niño con síndrome de Down es muy importante poder compartir con niños neurotípicos, ya que el interactuar día a día con ellos hace que él mismo pueda dar lo mejor de sí y se sienta valorado, respetado y parte de un grupo social con el que puede interactuar dando y recibiendo. Para los niños del curso ha sido un regalo maravilloso tener a Pedro a su lado y compartir con él, les ha enseñado grandes cosa que son difíciles de poner en palabras, la simpleza, la auto superación, EL AMOR, la aceptación de lo diferente, etc. Los niños del curso valoran mucho cuando ven los avances de Pedro, en sus dibujos, en sus trabajos o cuando tiene que decir un verso frente al curso y lo logra, ellos se ponen muy contentos, le dicen “ vamos Pedro tu puedes, inténtalo” y cuando lo logra ellos mismo llenos de alegría no pueden evitar aplaudir o felicitarlo diciéndole” muy bien lo lograste” Pedro a su vez sé llena de alegría y dice “ ¡LO LOGRE, LO HICE YO PUDE !” Para los maestros que tienen un grupo hermoso y tienen la posibilidad de aceptar un niño con síndrome de Down, les quiero decir que lo intenten, no es fácil, requiere mucho tiempo y esfuerzo al principio, pero vale la pena, es maravilloso tanto para él, como para los niños del curso y para uno como maestro.
Esta es una pequeña muestra de sus trabajos en Geometría y Zoología.